jueves, 1 de marzo de 2012

RELATO X.- POR FIN EN MADRID

Llegué a Madrid a primera hora de la tarde del domingo. Venía de una semana muy intensa, la siguiente se preveía igual de complicada así quería descansar, no hacer nada la tarde de domingo, pasear quizás, pero con idea de irme a dormir temprano y despertar el lunes ya con fuerza de nuevo. 
Mari, mi prima de Asturias -del pueblo-, me puso en contacto con una amiga suya (Maribel) que no estaba pasando por un buen momento económico y alquilaba una habitación en su piso para, con eso, ayudarse a pagar la hipoteca. Me iba bien esa fórmula porque viajo con frecuencia a Madrid y pensé que era una buena forma de ahorrarme un buen dinero en hoteles. La cuestión es que así fue. La llamé una de las veces anteriores que estuve en Madrid, quedé con ella, me enseñó su enorme piso y me gustó. 
Mi prima me había explicado que la conocía del colegio, que era de su edad, unos 36, y como ella, también divorciada, pero sin hijos, y, que “me iba a interesar”, pero no le presté demasiada atención porque, es ya habitual que muchas amigas o primas e incluso amigos te quieran presentar a supuestas “que te van a gustar” y al final, no es así. Maribel es de complexión normal, 1,65 aproximadamente, peinada melena rubia, ojos marrones muy claros, de cuerpo apretado, con curvas, se intuía que no demasiado pecho, culo redondo y bien proporcionado, y de habla algo nerviosa y atropellada. El primer día que la vi, cuando me enseñó su piso, entendí que vivía sola, pero al llegar el domingo, me recibió un tipo que se presentó como “Ari” (luego supe que era de origen marroquí) y me dijo que Maribel -“su mujer”- estaba en la tele, trabajando (es maquilladora) y que no volvía hasta de madrugada, cuando acabara no se qué programa. 


Me preguntó si necesitaba algo, le dije que no, que todo bien y me dijo que él tenía que irse a arreglar una puerta –entendí-  y luego, a trabajar (en una sala de fiestas a las afueras de Madrid); me explicó que tardaba una hora en llegar a su trabajo, en tren, y que, lo peor era la vuelta, a las 6 de la mañana.  Saqué la ropa de la maleta y me fui a pasear. 
Cuando regresé, después de picar algo de cena en un bar, nadie había ya en el piso. Me puse el pijama, encendí mi portátil con intención de ver una película, pero, aunque no lo hacía desde ni sé, entré en un chat. Estuve un rato conectado mientras buscaba qué ver en otra web pero al final apareció Alba.
En seguida empezamos a bromear, una cosa llevó a la otra y acabé haciéndome una paja mientras la veía a ella masturbarse con un consolador pequeñito que restregaba contra su clítoris aguantándolo con la mano abierta.  


El portátil a un lado de la cama y yo recostado como si fuera un emperador romano a punto de comerme un buen racimo de uvas. El pantalón a medio bajar. Mi verga en alto, venosa, con el glande al descubierto, húmedo y brillante. 
 Me la sujetaba  apretando fuerte con la mano izquierda hacia la base, presionando suavemente mis huevos mientras con la derecha trataba de chatear con Alba, que me estaba poniendo a cien, no solo con lo que hacía, sino también por lo que me decía. Me enseñó “quien era”. Mujer del sur, morenaza de cuerpo, curvas de guitarra, de pechos grandes con dos pezones que invitaban a perderse para no volver. Acercó la cámara a su pubis perfectamente depilado. Nada asomaba, ninguna imperfección, tan solo su piel de melocotón junto a unos labios vaginales que eran como si fueran los de una preuniversitaria cachonda. Bien abierta de piernas, bien perra, su dedo recorría su clítoris con seguridad, hundía su uña esmaltada en marrón granate sobre su clítoris, una y otra vez, alternando con movimientos fuertes y muy seguidos. Con la otra mano estiraba sus pezones y acariciaba sus pechos mientras de entre sus labios no cesaba el chorreo de flujo que empezaba a hacerle difícil que no resbalase el pequeño consolador que sujetaba con su palma. El flujo se derramaba hacia su ano y ella lo golpeaba con pequeños toques. No sé ni cómo, pero apareció otro consolador en escena, éste, más grande que el anterior que no tardó en metérselo casi por completo mientras se encorvaba y retorcía de placer. Apenas podía ya verle la cara por los cambios de postura frente a su cam y por el cabello negro, que le cubría desbocado. Le escribía cosas pero ella ya no leía. No atendía. No le importaba nada más que llegar al orgasmo. Ahora una mano abriendo los labios y masturbando su clítoris, tan rápido y tan fuerte… como queriéndolo desprender. Con la otra mano, metía y sacaba el consolador empapado en ella. Me quité el pantalón con completo y empecé a masturbarme con fuerza. Quise incorporarme mejor y noté entre la puerta desajustada de mi habitación un movimiento, un brillo. Disimulé continuando con mi paja y vi que Maribel estaba espiándome. Hola –susurré- y ella, abrió unos centímetros la puerta y dijo –hola-. En un primer momento pensé que me iba a decir que yo era un poco descarado pajeándome allí la primera noche, pero no fue así.  


Abrió la puerta  ya para pasar. Medias lilas, vestido corto de cenefas en tonos verdes, violetas y pistacho, como de raso, escotado pero tapado por un foulard. Le pedí que dejara el pc sobre la silla. Zapatos de tacón que fue lo primero que se quitó, posó el foulard en la mesa y se arrodilló delante del emperador. A los pies de la cama, se recogió y sujetó el pelo a modo de coleta con una mano, y con la otra, agarró mi rebosante polla y sin decir nada, chupó el glande, absorbiendo todo el flujo que me había estado lubricando con Alba. Se la comía ladeando la cara para mirarme… Esta vez, mi mano derecha no tecleaba, subía su vestido acariciando sus nalgas sobre las medias, alternando con el contorno de sus pechos sobre el vestido. Quítatelo –dije-. Pechos perfectos, duros y pezón rubio, ¿sin sujetador? –le pregunté-: Me lo quité en la tele, estaba muy caliente y quería que el tacto del vestido acariciara mis pezones –me respondió-. Se bajó las medias, y volvió a lo que estaba haciendo, esta vez, metiéndose toda la polla en su garganta mientras yo procuraba abrir su coñito rubio, jugando con su culo –ahí no!- dijo, no te gusta? Le pregunté, sí, me gusta, demasiado. Era una invitación a continuar –entendí- y seguí jugando con sus pechos y los labios de su coño que ya estaban muy húmedos.  Me levanté de la cama donde seguía recostado y le pedí que no se moviera.


 Me acerqué por detrás arrodillándome como ella y colocando mi glande, que volvía a estar chorreando, entre sus nalgas, besándole el cuello, y acariciándole los pechos, pellizcando sus pezones a la vez que movía mi cadera tratando de lubricar el camino y metérsela desde ahí, por detrás, y nuevamente hasta la garganta. Después de un par de intentos fallidos, tal cual quería, sin colocármela con las manos, mi glande encontró el camino adecuado y poco a poco fui empujando, lenta, muy lentamente, reculando y entrando un poquito más cada vez, hasta estar totalmente dentro. Fue fácil. No era su primera vez, está claro. La hice doblarse sobre la cama,  apoyando su cuerpo, de frente en el colchón y le sujeté bien sus nalgas trayéndolas y retirándolas una y mil veces contra mí. Cacheteándole a medida que empujaba a golpes secos y repetitivos hacia dentro. Supo que me iba a correr y salió rápido de la postura, se volvió hacia mí arrodillándose y se la metió nuevamente hasta la garganta donde me corrí a base de varios espasmos que se tragó tal cual. 


No había cenado aún –dijo-. Se levantó, recogió su ropa y se fue sin decir nada más.  
Me volví a poner el pijama, fui al baño, recompuse la cama y cuando iba a cerrar el pc, me di cuenta que la cam seguía puesta y Alba me había escrito: la próxima vez, no te pongas tanto rato de culo, que quiero ver más. Me ha encantado conocerte, vaya orgasmo, seguimos en contacto.  

1 comentario:

Utópica dijo...

¿Veis lo que decía?
Bendita tecnología, ainss si no fuera por ella.
¿Sigues viviendo en el mismo piso? jajaja.
Besos