miércoles, 8 de febrero de 2012

RELATO I.- UN DIA MAS EN EL GABINETE



Me llamó y me dijo que no se atrevía a venir sola, que se sentiría más segura si le acompañaba una amiga. Era la primera vez que le iban a realizar un masaje profesional.

 
Le dije que no había problema, que por mi parte estaba bien. A las 15.30 sonó el timbre, aparecieron dos “diosas” de la fertilidad… Les pasé a la sala, le indiqué el cuarto de baño y las dejé solas para que se preparasen.
 


Cuando volví  a la salita Ana estaba desnuda tumbada en la camilla y Esther hablaba con ella sentada en una silla a la cabecera de la camilla.
 
Conecté la música relajante, me unté las manos de aceite y comencé a masajear la espalada. Ana callada tenía muchas tensiones que aliviar. Comencé por trabajar todos los “nudos” que tenía en la espalda, para pasar posteriormente a la zona de la nuca. Cuando llegó la zona de los brazos y omoplato noté que le agradaba que mis manos insinuasen y acariciasen descuidadamente la parte posterior de sus pechos. Incluso noté que la respiración se entrecortaba.


 
Tras pasar a masajear de forma “tailandesa” la parte baja de su espalda y su trasero, comencé a trasladar mis firmes y ágiles manos hacia sus piernas, siendo más firmes y descuidadas cuando trabajaba la parte posterior del muslo y su entrepierna con mis dedos ágiles, fuertes, largos y untados en aceite caliente.
 


Ana no decía nada, pero sí que elevaba su pelvis como si hubiese algo en la camilla que le obligase a ello, cada vez que mis manos untadas de aceite caliente, ágiles, seguras e intencionadamente “torpes” insinuaban a su clítoris lo que estaba por llegar. Su respiración se entrecortaba e incluso se le escapaban gemidos.
 
Esther miraba vergonzosa, atónita, incrédula e incluso con morbo y envidia.



Tras terminar en la base de los pies con un masaje reflexológico, le pedí que se diera la vuelta. Tapé sus partes íntimas y le apliqué una mascarilla fría en sus ojos que le impedía ver, le relajaba la zona ocular y le daba más morbo.
 
Comencé a aplicar un masaje en su cara y cabeza mientras mi miembro duro  y grueso como una botella de “cocacola” tocaba de forma casual su cabeza, cuando pasé a los pechos, destapando éstos, Ana se estremeció y sólo abrió su boca para pasar la lengua por sus labios, tras un buen masaje en los pechos donde se le notaba excitada, pasé a masajear el vientre.
 
Ella también tuvo su mano “tonta” sobre la camilla y “torpemente” tocaba mi miembro de vez en cuando, cada vez más descaradamente. Esther ya se había quedado en camiseta, informando del calor que hacía en el gabinete e insinuando juguetonamente que cuándo le daba hora a ella.



Habían pasado ya cuarenta minutos y pasé a masajear la entrepierna de Ana, ésta no dijo nada, simplemente expresó su satisfacción con una mezcla de suspiros y gemidos. Comencé por la pelvis, sobre el clítoris, alrededor de éste, arriba, dentro, abajo, alrededor, etc… todo con aceite caliente, movimientos fuertes, ágiles a la par que sensibles y suaves.
 
Comenzando por un masaje clitoriano, para pasar a uno vaginal y volver al clitoriano, parando en momentos de máxima excitación… etc. Una verdadera ceremonia sádica donde el éxtasis dejaba paso inmediatamente a la “nada”, para volver segundos después a vivir el climax.  Ana extendió la mano izquierda para que Esther se la cogiese y no sentirse sola. Con la mano derecha buscó y me agarró mi duro miembro.
 
Esther sin dudarlo se levantó de la silla, agarrada a la mano de Ana y sin quitarle la mascara de los ojos a su amiga comenzó a besarla y acariciarla, mientras yo me dedicaba a masajear el clítoris y soportaba los arrebatos de fuerza que aplicaba sobre mi miembro.
 


Cuando Ana se “corrió” la primera vez, gritó como una posesa a lo que yo noté como su clítoris me iba a cortar los dedos que la masajeaban internamente, simplemente los saqué y los dejé posar sobre su entrepierna y con la otra mano la ayudaba a no caerse de la camilla mientras se retorcía de gusto.
 
Esther ya desnuda, quitó la mascarilla de los ojos a Ana y mientras yo provocaba otra eyaculación en Ana, Esther le proporcionaba besos, caricias y ternura.
 
Esther se colocó encima de la camilla, sobre Ana y cuando Ana tuvo su segunda corrida pasé a aplicar la técnica a Esther, quien no tardó mucho en gritar de satisfacción, y posteriormente bajar su boca hacia la pelvis de su amiga.



Ana, me quitó mi boxer y aplicó una fuerza de atracción hacia ella con la intención de colocarse mi miembro en su boca…    
 
Lo que pasó después lo contaré otro día…

4 comentarios:

Rachel dijo...

Y estos masajes dónde dices que se realizan? Porque yo quiero uno!!!!

Crab Esther's dijo...

Jajajajaja, Ra me apunto contigo, jajajaja

Utópica dijo...

Gracias Enric, tu nos diste la idea para hacer este concurso enviando este relato; nosotras, amablemente lo publicamos, por un módico precio de....... ¿un masaje a cada una?
Jajaja, tu relato no deja indiferente.

morena75 dijo...

Esta mañana me he levantado con una terrible contractura, ¿sería tan amable de darme cita para esta tarde?