miércoles, 29 de febrero de 2012

RELATO VIII.- LA CITA

Ella estaba inquieta, nerviosa, ante la expectativa de una noche nueva y diferente, una noche que la transportaría a un mundo nuevo de fantasía y deseo, pero realmente quería hacerlo, no estaba segura, sentía que la congoja anudaba su estómago.
Siguió un rato más disfrutando del momento, sintiendo como las gotas de agua que caían cálidas desde la ducha recorrían su cuerpo, quería alargar lo más posible ese momento, sentía miedo, la hora de su cita se acercaba y todas las sensaciones se entremezclaban en su interior. 
Se sentía culpable, con aquella cita, aunque no pasará simplemente de eso, ya estaba traicionando a la persona con la que convivía, puesto que aunque fuera una simple reunión de amigos se había planificado a escondidas de él, se había dado una excusa cualquiera para disponer de la noche libre. Por lo tanto, esa noche ya nunca podía ser algo inocente y como no era inocente, ella se sentía a la vez excitada y asustada, se estaba duchando, perfumando y vistiendo para otro.
Deseaba que la noche fuera perfecta, que se cumplieran sus deseos más escondidos e inconfesables. Había descubierto que su amigo tenía un fetichismo que a ella le resulto coqueto y encantador, así que le sorprendería vistiéndose para él. De arriba a abajo eligió con mucho cuidado las prendas que se iba a poner. Tanguita y sujetador blancos de algodón, una camiseta que se entallaba tanto a su cuerpo que era una segunda piel y un pantalón ajustado todo blanco, puesto que a su pareja de esa noche le encantaba ese color.
Tomo el transporte público echa un manojo de nervios, habían quedado para reunirse en un moderno restaurante, de cocina de diseño, elegante y funcional, ella llego temprano, sabía que él sería puntual, siempre lo era y en aquella ocasión más. Llegaron prácticamente a la vez, ella estaba pidiendo un vino blanco en la barra cuando él entró por la puerta. Ella sintió como unos ojos se clavaban en su espalda y noto unos pasos que se aproximaban, se volvió ligeramente y le sonrío. El no se pudo resistir a besarla allí mismo, poso con suavidad una de sus manos en su cintura y con la otra le tomo del cuello suavemente girándole ligeramente la cabeza para poder besarla con mayor comodidad.
Ella sintió como un agradable calor recorría su cuerpo y como respondía al beso sin ninguna resistencia atrás habían quedado las dudas y la culpa, estaban solo él y ella en ese restaurante, en ese momento, lo demás no importaba, se había borrado. Disfrutaron de una agradable cena, tomándose unas cuantas copas de vino, preparando el terreno para un momento más intimo que no tardaría en llegar.
Él se había encargado de reservar una bonita habitación en un hotel muy agradable en el centro de la ciudad, apenas si tardaron unos minutos en llegar desde el restaurante. Había pasado por allí antes de ir al restaurante y había dejado una botella de vino enfriando en el mueble bar, se tomaron una copa, mientras sentados en el sofá de la habitación se comían a besos y se desnudaban con lentitud, mientras sus sentidos se centraban cada vez más en disfrutar el momento.
La excitación iba en aumento, él le dijo: ‘Gracias bella mía, por cumplir un sueño’. Ella le tomo la cara entre las manos y le beso con fruición, le tomo de la mano y le acercó hasta la cama para desatar sus manos en una locura de besos y caricias, gozando de cada momento de la calidez de sentir su piel contra la suya.

Un rato después la fría realidad volvió a aquella habitación de sábanas revueltas y ropas esparcidas, cada uno debía volver a su hogar con su respectiva pareja, pero aquel momento era suyo, era único y lo tendrían en su mente siempre, cada vez que estuvieran en una reunión de amigos y se rozasen sabrían que habían formado durante unas horas uno parte del otro y sería así para siempre. Sus miradas guardaban un secreto y sus cuerpos una pasión que nunca más se podría volver a desatar. 


AMIRA

martes, 28 de febrero de 2012

RELATO VII.- EL VESTUARIO

Desde el primer día que entré allí siempre soñé con volver. No pasaba noche en la que no deseara poder regresar a  ese vestuario que había conocido cuando mi ex, John,  aún jugaba en la ACB de rugby.  El día que visité aquel vestuario aún pensaba que él era el hombre de mi vida, la verdad es que sólo con sentir su deseo ya me volvía loca y cuando sentía su polla en mí, me era totalmente imposible controlar mis ganas de follarlo durante horas. Hasta aquel entonces, mi vida sexual había sido bastante ordinaria aunque francamente satisfactoria. Nuestros encuentros sexuales no habían transgredido las normas clásicas pero me habían dado el placer que mi cuerpo necesitaba. Sin embargo, aquel día, nada más entrar en el vestuario, noté una sensación extraña que con el tiempo conseguí identificar. Ese olor a ducha húmeda hizo que yo misma me humedeciera, sentí como mi sexo se excitaba con la sola  idea de imaginar a todos aquellos chicarrones desnudos, sudados, agotados por el esfuerzo del partido que acababan de ganar.
 Mi ex estaba al fondo quitándose la ropa del partido. Se sorprendió cuando me vio aparecer allí pero su sonrisa de felicidad y de deseo  hizo que me sintiera cómoda ante aquella situación. Era la primera vez que entraba en un lugar en el que 13 hombres hechos y derechos estaban desnudos y relajados. Mi entrepierna sintió un escalofrío cuando empecé a fijarme en sus sexos. ¡Qué belleza! 13 hermosas pollas  y yo allí, sola entre ellos. Mi imaginación se disparó y sólo con esa idea me excité como creo que nunca antes lo había estado. Mi chico se acercó a mí y me dio un beso de ésos que sabe que me encantan, cogiéndome por el culo me llevó hasta su boca y me la comió como él sabía hacerlo.
-          Pero ¿qué haces aquí? Están todos como motos pensando en la fiesta que van a hacer cuando salgan de aquí.
-          Tenía ganas de verte, le contesté.
Aunque como ya he comentado nuestra sexualidad no se había salido nunca de las  pautas más clásicas alguna vez sí que habíamos fantaseado con la idea de hacerlo con alguien más. Pero aquello sólo habían sido fantasías en las que compartíamos sexo con un hombre o una mujer, el clásico trío que puebla las fantasías sexuales de la mayoría de la gente. Lo que nunca se me había pasado por la imaginación era que al ver aquellos cuerpos musculados y sudorosos sentiría la necesidad de ser poseída por todos ellos, el deseo de sentir sus pollas duras taladrar mi cuerpo mientras mi boca las iba devorando de una en una, sintiendo el sabor salado de sus cuerpos.
La verdad es que aún hoy no consigo entender cómo me atreví a dar aquel paso. Supongo que el guiño que me hizo mi chico cuando se dirigía hacia la ducha en la que ya estaban la mayoría de sus compañeros activó no sé qué extraño mecanismo en mi cuerpo. Ni corta ni perezosa, esperé a que todos ellos estuvieran en las duchas. Me desnudé e hice una coleta con mi larga cabellera. Sin pensármelo dos veces, me dirigí a las duchas y busqué a mi chico. Me acerqué a él y cogí su polla entre mis manos. Sin saber qué hacer, me miró con cara de estupor pero al mismo tiempo sus ojos me decían que aquello le estaba encantando. Su polla se puso inmediatamente dura como una roca y mi boca ocupó el lugar de mis manos. 
Se la chupé lentamente como yo sabía que a él le gustaba. Él no sabía para dónde mirar, si a mí o a sus compañeros, que habían cerrado los grifos de sus duchas disfrutando del espectáculo. No sé si pensaron que yo estaba loca o que aquello era un sueño. Lo que puedo aseguraros es que en breves segundos tuve ante mis ojos el “mayor espectáculo del mundo”. 12 pollas a punto de reventar y una más, la de John,  llenándome la boca. Miré fijamente a los ojos de mi amante y le reté, con esa mirada pícara le preguntaba si le apetecía que sus amigos participaran en nuestro juego. 
Él que nunca se había distinguido por ser un gran innovador aunque sí un excelente amante, no sabía dónde meterse pero creo que su deseo pudo por fin controlar a su cabeza y él mismo hizo un gesto a sus compañeros para que se acercaran. Poco a poco empecé a sentir manos que acariciaban mis pechos, al notarlo mis pezones empezaron a hincharse, sentí los músculos de sus cuerpos en tensión, su aliento jadeante y excitado. No sé cuántas manos recorrían todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo. Lo que sé es que de repente, mi chico me levantó, giró mi cuerpo hacia la pared de la ducha y se hizo a un lado. Uno de sus compañeros juntó su cuerpo al mío, mi cuerpo se arqueó al sentir su polla deseosa de penetrarme, la cogí  con mi mano y la lleve derecha a mi coño húmedo y abierto. Entró hasta dentro incrustándome contra la pared mientras dos de sus compañeros me sujetaban las manos para que no cayera. ¡Qué follada! Sentía ese sexo enorme abrir mi coño una y otra vez  mientras mi chico acariciaba mi clítoris y me comía la boca y otros cuantos chicos acariciaban mi cuerpo. No podía más, era tanto el placer que sentía, que necesitaba correrme pero al mismo tiempo necesitaba sentir en mi garganta la leche de aquel hombre. Me giré y cogí aquella polla con mi boca, él no pudo resistirlo y se derramó entero en mi boca. Era la primera vez que otro hombre hacía eso y sentí un placer intenso, distinto del placer que otras veces había podido sentir con mi chico. Sé que en aquel momento pensé que aquello no tenía vuelta atrás, que ya no podría seguir viviendo sin sentir esa sensación nueva.
-          ¿Eso es todo lo que sabéis hacer? Les espeté a la cara.
-          Cielo, esto no ha hecho más que empezar, contestó mi amante.
De su mano nos dirigimos hacia la sala del vestuario, él me tumbó en un banco situado en medio de la sala mientras sus amigos nos rodeaban. Sus sexos pedían guerra y a pesar de ser mi primera vez, mis ganas de comerlos explotaban. 
Cogí un sexo enorme, algo tímido pero que enseguida renació al sentir mis labios alrededor de él, mis manos buscaron otros sexos y los agitaron con brusquedad, buscando el placer inmediato de sus hermosos propietarios. No sé si fueron segundos o minutos u horas, lo dudo, lo que sé es que en algún momento empecé a sentir chorros de semen caliente sobre mi cuerpo, mientras unos dedos expertos penetraban mi sexo, follándolo sin piedad, mis tetas estaban a punto de estallar bajo el masaje  y los pellizcos de otros tantos dedos y sentí que mi cuerpo me abandonaba y que mi sexo estallaba en un brutal orgasmo que hizo que mi garganta lanzara unos gritos que debieron de oírse en el estadio que afortunadamente ya estaba vacío. Poco a poco fui recuperando mis espíritus aunque creo que a este espectáculo aún le faltaba la guinda final. Mi chico también se merecía su ración de placer más allá del hermoso espectáculo que, involuntariamente,  me había organizado. Hoy quería que él también descubriera los placeres de la transgresión, el lado oscuro que yo había penetrado aquella noche.
-Chicos, ahora le toca a él. Quiero que esta noche tenga lo que me acabáis de dar. Quiero que sienta todo el placer que podéis darle.
Entre indignado y curioso, John dejó acercarse a su cuerpo a sus amigos que seguían excitados como motos después de aquellos momentos vividos. Sus ojos recelosos empezaron a relajarse cuando sintió las caricias de sus compañeros, y sintió en su polla una boca conocida, la mía. La comí, excitada como una perra al ver a todos aquellos hombres acariciar el cuerpo de mi amante y la boca de éste saborear por primera vez un sexo masculino.  John no pudo resistir aquello y agarró mi coleta empujando con fuerza mi boca contra su sexo. No cabía ni un milímetro más de piel en mi garganta cuando sentí la descarga de su deseo inundándome.
No sé qué hubiera pasado si les hubiera dejado seguir pero puedo aseguraros que aquella escena aún hoy no ha desaparecido de mi retina y sigo buscando la oportunidad de disfrutar de otro momento como aquél.

lunes, 27 de febrero de 2012

RELATO VI.- DIEZ DÍAS DE SOLEDAD

Lo que voy a contaros sucedió hace aproximadamente 10 días, mi nombre es Soledad y esta es mi historia.
Todo comenzó cuando decidí mudarme con mi hijo Álvaro de 8 años a una localidad cercana a Madrid tras mi reciente separación, necesitaba cambiar de aires y también alejarme del círculo de amistades con las que solía relacionarme por aquel entonces.
Tras el agobio de la mudanza, el estrés por el cambio de trabajo y el tener que adaptarme a un ambiente nuevo las cosas poco a poco fueron asentándose, Álvaro y yo disfrutábamos de una vida relativamente tranquila.
La falta de tiempo hizo que al principio me costase entablar amistades ya que entre mis ocupaciones diarias y el cuidado de mi hijo me dejaban poco tiempo para hacer vida social, pero al cabo de unos meses conocí en el colegio de Álvaro a un grupo de chicas que quedaban habitualmente entre la salida de los chavales y las actividades extraescolares para tomar café y charlar.
El grupo era normalmente variable pero entre todas las chicas destacaba una llamada Paula, siempre muy simpática, muy bien vestida, que no faltaba nunca a las reuniones del café.
Con el tiempo la amistad entre Paula y yo se fue estrechando, ya que nuestros hijos acudían a las mismas actividades y también se habían hecho amigos. Paula cada vez me hacia mas confidencias y no se cortaba en preguntarme cómo es que no tenía todavía en mi vida un hombre, pregunta a la cual yo respondía siempre con evasivas.
Este mismo año conocí a Mario, el marido de Paula, en una fiesta de cumpleaños para los chavales que celebraron en su casa, un adosado muy acogedor a las afueras.
Si bien el físico de Mario, que sin ser un adonis, sí que tenía cierto atractivo, no era como me lo había imaginado, su personalidad encajaba totalmente con lo que yo había pensado que sería necesario para mantener interesada a una mujer tan risueña y energética como Paula.
Durante la fiesta estuvimos conversando los tres animadamente y tras unos cuantos vinos, el alcohol empezó a hacer efecto y la conversación fue subiendo de tono. En un momento dado Paula menciono ante la mirada picara de Mario que ellos practicaban sexo a diario, y que era una pena que una chica con un cuerpo como el mío no disfrutase de esos mismos placeres más a menudo.
Tengo que reconocer que aquel comentario me dejo desconcertada, hacía tiempo que nadie me dirigía un piropo, y menos otra mujer. Aquel día he de admitir que había decidido ponerme guapa, enfundada en una falda de tubo negra hasta la rodilla que moldeaba mis piernas y mi trasero, y ataviada con una suave blusa de gasa blanca que apenas podía evitar que se trasparentase el sujetador que luchaba por contener mis
turgentes pechos.
Los días transcurrieron sin más novedad, hasta que hace una semana y media más o menos quedamos Paula y yo como solía ser habitual para ir de compras tras dejar a los chicos en clase. Entramos en algunas tiendas y, aunque yo no tenía intención de comprar nada, al final termine llevándome un vestido de verano escotado y Paula salió de la tienda con las manos llenas de bolsas con prendas incluso que no había ni llegado a probarse.
- “Vamos a mi casa, no queda lejos, estoy deseando probarme todas estas cosas” dijo ella.

Llegamos al chalet y tras acomodarnos en el salón Paula lleno un par de copas de vino y salió disparada hacia su habitación que estaba justo al lado a probarse la ropa.
Primero salió con unos vaqueros ajustados que le hacían un culo espectacular, y se dio una vuelta por el salón para que pudiera verla bien, y luego se metió otra vez a la habitación y salió con una minifalda hasta la rodilla muy veraniega con una blusa blanca preciosa.
- “Es mi turno” dije yo –
Tras terminarme mi copa de vino me fui a la habitación mientras ella esperaba en el sofá a que yo me cambiase.
Entre en el salón con mi fino vestido veraniego y me di una vuelta por el salón como había hecho ella, imitándola descaradamente.
- “Vas a tenerlos a todos comiendo de tu mano con ese escote, bonita”, me dijo Paula
He de reconocer que el comentario me hizo sonrojar, pero me sentí halagada.
- “Espera”, dijo Paula, “voy a enseñarte algo que compre el otro día para Mario”…
Cuando Paula volvió a salir de la habitación me quede boquiabierta.
Entró en el salón ataviada con unos zapatos de aguja negros, sus piernas envueltas en unas medias de fino tejido negro de un diseño vintage, muy sensual, y una bata de raso del mismo color.
Tras dar unos pasos se quedo de espaldas a mí y dejo resbalar la bata hasta el suelo mientras me dejaba sin respiración. Sujetando esas medias, las tiras de un liguero de fino encaje negro enmarcaban el culo de Paula como si fuera un paréntesis, un tanga negro a juego con un discreto lacito rojo en la parte de atrás completaban el conjunto.
Pasado un momento se dio la vuelta y pude apreciar que, a pesar de haber tenido un embarazo, Paula conservaba un cuerpo muy bien tonificado, el sujetador negro del conjunto le hacía unos pechos preciosos y el mismo lacito que adornaba el tanga estaba también presente en el sostén.
Paula se puso de nuevo la bata y se sentó a mi lado como si nada…


- “Que te parece? Crees que le gustara a Mario?” – dijo ella
- “Tendría que estar ciego o ser un imbécil para no darse cuenta de que estas estupenda” – respondí
Paula me lleno de nuevo la copa de vino y hablamos de cosas banales durante un rato, hasta que poco a poco la conversación derivo hacia temas algo mas picantes. Por lo visto Paula y Mario eran muy activos sexualmente y Paula no escatimaba en detalles al contarme alguna de sus experiencias, y he de reconocer que llegados a un punto empecé a excitarme un poco mientras les imaginaba…
Al rato Paula se levanto y me dijo…
- “Voy a mostrarte algo, pero tienes que prometerme guardar el secreto”
- “Seré una tumba” – conteste
Paula bajó las luces y se sentó a mi lado en el sofá y pulsando un botón encendió el televisor y el reproductor de video.
Durante unos segundos la imagen fija de una habitación con una cama en medio ocupaba la pantalla pero al poco rato Mario y Paula aparecieron en escena. En el video Mario empezaba a desnudar poco a poco a Paula despojándola del vestido palabra de honor que llevaba puesto, dejando libres sus pechos que no tardaron en ser acariciados primero por los labios y después por las manos de él.
Mario la fue desnudando hábilmente besando y lamiendo meticulosamente todas y cada una de las partes que quedaban al descubierto en la sugerente anatomía de Paula, mientras a ella se le veía cada vez mas entregada.
Pasados unos instantes Paula pareció tomar el control, le despojo de la camisa, desabrocho el cinturón y los botones del pantalón, apartando la ropa interior de Mario que por aquel entonces ya portaba una erección considerable.

Paula masajeo la polla de Mario dulcemente, observándola y acariciándola como quien aprecia una joya, para después metérsela en la boca y paulatinamente recorrerla en toda su extensión con sus labios y con su lengua.
En esos momentos mi cuerpo comenzó a reaccionar y aunque tenía la boca seca por los nervios y por la excitación, notaba como mi sexo palpitaba y casi con total seguridad empezaba a humedecerse.
Mis ojos seguían clavados en la pantalla, en el momento en el que Paula se colocaba encima de la cama a cuatro patas mientras Mario la agarraba con una mano de las caderas y con otra por el pelo y tiraba de ella hacia el de manera suave pero firme mientras la penetraba lentamente…
La habitación se fue inundando progresivamente con los dulces gemidos de Paula mientras Mario la penetraba cada vez más fuerte y más profundo.


En aquel momento y casi de manera imperceptible pude notar los dedos de Paula subir por mi pierna… yo estaba muy nerviosa pero muy excitada en ese momento, no podía moverme, no podía apartar su mano…


Paula interpreto eso como una invitación y su mano subió muy despacio por la cara interior de mis muslos, colándose bajo mi vestido para al poco tiempo encontrarse con mis mojadas braguitas…

Mi vista seguía fija en la pantalla, en aquel instante , Mario estaba tumbado boca arriba en la cama y pude observar su delicioso miembro esperando a que Paula lo condujese con su mano a la entrada de su sexo. Paula hizo lo propio y tras algunas penetraciones suaves y profundas empezó a cabalgarlo con energía mientras sus pechos se movían al compas de aquellos movimientos..
La cara de Mario fue cambiando progresivamente mientras fuera de la pantalla las manos de Paula se hacían más atrevidas y apartaban la tela de mis braguitas para acariciar mi sexo desnudo.
Era la primera vez que unas manos femeninas acariciaban una parte tan intima de mi, y aunque la sensación era extraña tengo que reconocer que me en aquel momento no deseaba otra cosa.
Paula acariciaba experta mi clítoris con sus dedos y de vez en cuando introducía alguno de ellos en mi lubricada vagina haciéndome sentir espasmos por todo el cuerpo, mientras las dos mirábamos atentas la pantalla..
El calor empezó a invadir mi cuerpo y me abandone totalmente a las caricias de Paula, que por aquel entonces tenía una de sus manos totalmente enterrada en mi sexo mientras con la otra acariciaba unos de mis pechos por encima del vestido…
Una ola de placer recorrió en un instante de arriba abajo mi espalda y me deshice en un maravilloso orgasmo en las manos de mi amiga, mientras los gemidos procedentes de la pantalla se mezclaban con los míos propios en una sinfonía de placer.
Cuando por fin pude abrir los ojos y recuperar el aliento Paula estaba sonriente al lado mío y en la pantalla la pareja descansaba plácidamente sobre la cama…
No supe que decir en ese momento pero Paula, quizá comprendiendo como me sentía, me puso un dedo en la boca y dijo – “no digas nada, será nuestro secreto”…
Sin cruzar muchas palabras me vestí y me despedí de Paula dándole un par de besos y fui paseando hasta mi casa, me sentía confundida por la situación y a la vez atraída por aquella mujer…
Los días fueron pasando y por unas circunstancias o por otras hasta ahora no había tenido oportunidad de encontrarme a solas con Paula para hablar de lo sucedido y comentarle como me sentía…
Es ahora, después de hace unos diez días de nuestro encuentro, que espero a Paula sentada en un banco de un parque cercano y escribo estas letras..
En mi mente todavía siguen grabadas las escenas que vi en ese video, y en mi cabeza una propuesta para Paula… “quiero que tu y Mario me enseñéis a disfrutar de nuevo del sexo”




sábado, 18 de febrero de 2012

RELATO V.- ¡ME LO PROMETISTE!

-¡Te dije que te sorprendería! ¡Te lo dije...! ¡Te dije que te tenía que hacer el amor como nadie nunca te lo ha hecho...!
-¡Tu estás mal de la cabeza chiquillo...! ¡Pero que muy mal...! ¿No serás peligroso después de todo?
-¡Hazme caso, nena...! ¡Encontrarás en tu vida buenos folladores... y más tú... que no hay nada que te guste más que una buena sesión de sexo...!. Los habrá mejores que yo a la patada... y peores...¡MIL!... pero cómo yo...!. No es que sea una fiera en la cama... ¡No!, pero con el paso del tiempo... te acordarás de mí más que de muchos, por que debes reconocer que soy original! ¿Eh...? ¡Mira que paisaje, mira...!

Delante nuestra (o mejor dicho, delante, alrededor y “a nuestros pies”) se extendía el Cantábrico, azul, reverberando a causa del sol otoñal. El día era claro... ¡perfecto!. El colofón adecuado para nuestra excursión a Vizcaya.

Habíamos pernoctado en Bilbao, tomado riquísimos pintxos, visitado el Guggenheim...

Habíamos estado en Bermeo, dando vueltas por el pueblo, haciéndonos fotos, bañándonos en sus playas, pasando la noche en un precioso y encantador hotel rural... ¡y ahora nos encontrábamos en un punto perdido de la transcantábrica, esa serpenteante carretera que transcurre entre acantilados de vértigo al lado del mar y por viradas curvas, perdidas en frondosas laderas de un lujurioso verde. ¡Habíamos visto en muchos sitios bonitos: catedrales, castillos, callejones y pueblos plagados de tradición marinera... comimos deliciosos manjares,  nos emborrachamos con joven txacolí... y todo ello aderezado con mucho sexo y pasíon! ¡Cada habitación de hostal fué un dulcísimo infierno durante la noche que estuvimos en ella! ¡Cada impersonal cama quedó impregnada de delicioso pecado! ¡Ah... si esas camas hablaran, cómo se sonrojaría más de una camarera de hotel!

Pero había llegado el momento. ¡Yo cumplo mi palabra!

En un apeadero entre Bermeo y Guetaria, había aparcado el coche aquella calurosa tarde y te había invitado a salir. Estábamos al borde de una frondosa ladera descendente, repleta de vegetación, que comenzaba después del quitamiedo de la carretera. Tu no lo sabías, pero a no menos de unos diez metros, el muro vegetal acababa de pronto y se abría ante nosotros un risco cortado a pico de unos 30 metros de altura.

Recuerda como te hablé en una ocasión de la época en la que trabajaba pintando y realizando trabajos verticales. ¡Recuerda cómo te conté que a veces, no teniendo pareja ni perrito que me ladrara, tomaba las cuerdas, los arneses, los frenos, el pedal de subida... y me iba a un lugar alto y perdido de la sierra o la costa. Preferiblemente allá donde hubiese un puente.

Recuerda lo que te hablé de cómo me masturbaba, colgando como una araña a muchos metros del suelo, mientras el suave viento me balanceaba y me mecía, sintiendo el sol con los ojos cerrados. ¡Es lo más parecido a estar en un estado de bendita gloria...!

-¡Y recuerda también que me lo prometiste! ¡Que me dijiste que te fiabas de mi... y que no rechazarías mi sorpresa!
-¡Está muy alto, niño...!
-Las cuerdas pueden sostener hasta cuatro o cinco veces nuestro peso. No se parten fácilmente. Y el arnés está preparado para aguantar caídas desde mucha altura. Sólo tienes que apretar suavemente esta palanca del freno y descenderás lentamente.

Estamos desnudos. ¡Pensabas que sólo íbamos a echar un "polvo campero" en un lugar alejado de la vista de todos... y ahora tienes puesto un arnés que rodea tus torneados muslos morenos por el sol y el abismo espera a nuestros pies! ¡Una última mirada! Abajo golpea el mar, impaciente, contra las rocas en una espectáculo que te hace sentir pequeña! ¡El mar será el tercer amante de nuestro peculiar trío, ¡y nos espera!

Cada uno en una resistente cuerda... tu arnés unido al mío con un cordino de tres metros y sus mosquetones. Te enseño como pulsar la palanca y el freno resbala y permite que te deslices hacia abajo. Yo vigilo que todo va bien. Yo tiro de tí para que apoyes los pies en la vertical pared y no te arrastres por ella. El viento susurra en nuestros oídos mientras caminamos torpemente por la pendiente. Tu tiemblas y murmuras bajito. ¿Acaso rezas? ¡No tengas miedo! ¡Ya te dije que algun día lo haríamos... y me dijiste muy chula tu... que sería fantástico! ¡Me lo prometiste...!

Bajamos unos siete u ocho metros por una pendiente de 60º. Esa pendiente se acaba de repente y comienza un espacio donde la pared se hace vertical y hasta llega a separarse de nosotros. Quito la cuerda que nos une y saco de mi mochila un largo cordino de unos 12 m. Con él te sujeto a mi.

-¡Pulsa la palanca pero no del todo! Cuando sientas miedo la sueltas, y quedarás frenada automáticamente. ¡Adiooooos!

Gritas que no me vaya pero yo estoy ya cinco o seis metros por debajo tuya. ¡Te digo que tendrás que hacerlo por que para arriba no sabes como ir... y no te queda otra! Dando un alarido recorres la distancia que nos separa... cuando llegas a mi altura me insultas y me dices de todo, pero tus ojos brillan con una nueva lujuria distinta de la de sexo... ¡te gusta...! ¡TE GUSTAAA!
  
Me balanceo hacia tu cuerda y la sujeto, acercándome a tí, que gritas de miedo. ¡Dios... estás desnuda! Tus senos -no se por qué- están empinados! ¿Será una nueva forma de excitación? ¡Tu coño queda enmarcado por las costuras del arnés... la vista se va a él sin poderlo evitar! Te sujeto de las costuras y te aprieto contra mí... besándote apasionadamente. ¡No me rechaces... no temas! ¡Te adoro... mi vida! ¡No dejaré que nada te ocurra! ¡Disfruta! Abandónate... así como lo estás haciendo!

Me dejo caer un poco y me vuelvo a aferrar a tus piernas. ¡Estoy a la altura de tu sexo! ¡El arnés hace que tengas las piernas entreabiertas...!

-¡Te lo podrán comer mejor que yo cientos... pero no cómo yo...! ―Bromeo antes de hundir mi cabeza entre tus piernas. Dices algo que suena a queja, pero no te escucho por que sé que no tardarás en suspirar y en disfrutar de lo que te ofrezco. Los labios de tu hermosa vulva me dicen que no me equivoco. Se van entreabriendo poco a poco ofreciéndome su aroma... y la visión de esa perla divina que guardas en tan deseable ostra. Suspiras... ¡es una divinidad escucharte! ¡A nuestros pies el mar parece que grita furiosamente "quiero participar! ¿Y yo qué...?"
 Sabía que mi juego acabaría gustándote. ¡Siempre te gusta! ¡Siempre estás dispuesta a nuevas formas de placer... perosiempre con cabeza! ¡Ahora te has agarrado a la mía, apretando con los muslos y refregándome tu sexo mojado y sudoroso por la cara! ¡Tu imagen es imponente! ¡Eres una diosa de lujuria pura! Gritas y jadeas. Somos como dos arañas copulando libremente en el espacio. Todos sabemos que las arañas asesinan al macho después de la cópula... y a mí... ¡maldita sea si me importa!

Aquel loco culilingus es tan brutal y sistemático que no tardas en correrte ruidosa y espasmódicamente en mi afortunada boca. ¡No me vas a dejar ni un pelo en mi ya clara coronilla, niña...!

¡Bajas un poco, te pones a mi altura y me comes la boca con fiereza...! ¿Te he dicho cuánto te deseo por ser como eres...? ¿Por no decir que no a las primeras de cambio? ¿Te he dicho que te daría hasta la última gota de mi sangre? ¿Que hasta te cedería gustoso mi cuerpo su tuvieras hambre...?

Bajamos de nuevo por la pendiente. ¡Vaya excitación llevo! Ahora nos desplazamos sin miedo, en caídas de tres metros, disfrutando del aislamiento y la belleza del paisaje. Estamos dentro de una grieta de unos cuatro metros de ancho. Nadie nos ve... nadie sabe que estamos aquí... nadie sabe que somos Lilith y Adán, en un paraíso cedido sólo para nosotros. Llegamos a la altura de la rompiente. El mar nos llena de espuma. Te indico que sueltes cuerda justa para quedar de pie sobre las rocas. Están llenas de escaramujos... ¡suerte que llevamos el calzado!. ¡Ya te dije que había planeado esto con precisión durante mucho tiempo! ¡Por eso no permití que quedáramos descalzos!

Estamos de pie sobre la piedra húmeda... no hay miedo de resbalar por que quedaríamos sujetos por las cuerdas. ¡Ahora quiero que me des placer! ¡Ansío tu boca...! ¡Por ello saco el “ascensor”, lo pongo en la cuerda y me elevo con él lo suficiente para que mi pene, ya erecto y duro como pedernal quede a la altura de tu cara...! ¡Me miras pícara...! ¡Nunca has practicado una felación con tu pareja en una especie de columpio. ¡TODO PARA TÍ!. Me "trincas" por las caderas y me empujas hacia la dulce sima de tu boca abierta. ¡Qué poquito me falta para correrme en un momento!

-Me has hecho pasar miedo... y ahora estás a mi merced. ¡Me lo pagarás... -sentencias, y sin decir ni media más, me hundes sin contemplaciones el dedo corazón en el ano, provocándome un espasmo de placer. -¡Toma... toma ca-brón!

Te pido por favor que no sigas... por que lo que yo quiero por encima de todas las cosas es penetrarte allí, en nuestro escondrijo, y de esta forma no aguantaría ni un minuto. Quiero gozarte cara al mar... quiero hacerte gritar como a una poseída y quiero, gritando, llegar contigo al éxtasis. ¡Quiero inundarte entera... mi deliciosa Diosa!. ¡Mi dorada Astarté...!
Otra vez estamos a la misma altura. Con la cuerda justa te suspendo en el aire de espaldas a mi, cara a nuestro tercer amante, el mar.. la mar... ¡estás tremendamente mojada, mi vida..., por dentro y por fuera... y puedo entrar fácilmente en tí, mientras, desposeída de toda gravedad, te manejo fácilmente y te separo y te acerco a mi entrepierna sin esfuerzo, rítmicamente, iniciando una danza cada vez más rápida y fluida... arrancándote un grito que retumba en aquella grieta como el La alto del organo de tubos de una catedral. ¡Aleluya! ¡Una vez logrado tu orgasmo puedo abandonarme al mío...! ¡Después del femenino La, viene unRe mío... más grave.! ¡Re de RE-QUETEGUSTAZO!

Todavía tienes un regalo más para mi... acto seguido detrás de aquel loco orgasmo... te dejas colgar de la cuerda y orinas a gusto concediendo al mar su lujurioso deseo. ¡Sabes que soy un sucio cochino con mente de viejo verde...! ¡Cómo me conoces...! ¡Cómo sabes excitar mi parte de caballero y de poeta para, al instante siguiente excitar al tosco y vicioso labriego! ¡Cómo comprendes la dualidad de este Quijote que te idolatra con desesperación...!

¡Lo que estoy temiendo es la subida...! ¡Bajar es fácil, pero para utilizar el ascensor hay que sudar un poco! ¿Como te digo yo, leona de mi alma, que tenemos que subir 30 m por el mismo sitio donde hemos bajado...? ¡Menos mal que no llevas nada encima, por que si llevases una navaja serías capaz de cortarme la cuerda antes de llegar arriba...!


martes, 14 de febrero de 2012

RELATO IV.- UNA REUNION DE TUPERSEX MUY ABURRIDA


Isabel y Gema me insistieron en que las acompañase esa tarde a la reunión de “tuppersex” que tendría lugar en casa de Gema. Me convencieron cuando me insinuaron que sería bueno para mí ya que podría obtener nuevas clientas para mis servicios de masajes, e incluso que allí mismo podría amenizar la “merienda” con alguno de mis masajes parar demostrar las bondades de los aceites que Isabel y Gema llevan en su catálogo.




Eran las 17 h. y allí estaba yo, con mis utensilios necesarios para realizar un buen masaje. Toqué el timbre y subí al segundo piso, cuando entré ellas estaban sentadas en dos sofás, alrededor de una mesa de centro de madera de cerezo, Isabel, Gema, Verónica, Alicia y Susana . Susana la rubia me miró de abajo hacia arriba, son su cara morbosa y descarada, de tal manera que me intimidó muchísimo. Las saludé a todas, una por una, con dos besos y noté que el saludo de Susana habían sido dos besos más húmedos que el resto.


Me ofrecieron un café, al que acepté y siguieron con la conversación. Verónica se hizo hacia un lado y me dejó un huequecito entre ella y Alicia, invitándome a sentarme en medio, a lo que acepté con mi café en la mano. Isabel, seguía con su historia sobre algo que parecía muy divertido y desinhibido. Susana, sentada frente a mí, reía y simultáneamente me miraba haciéndome guiños insinuantes.



Cuando Gema rompió la conversación informal, puso la maleta sobre la mesa y la abrió para dejar paso a toda clase de artilugios, latex, cremas, aceites, disfraces… etc. Me levanté de mi sitio y me dispuse a preparar la “camilla” ocasional sobre la mesa del salón, para realizar una demostración de mis masajes.

Me dispuse a colocar un pequeño colchón sobre la mesa, aparté las sillas que rodeaban dicha mesa. Coloqué una sábana sobre el colchón, acomodé una almohada, encendí unas velas, dispuse el equipo con mi música especial para la ocasión, coloqué las toallas a disposición y a mano. Coloqué la mascarilla relajante en la nevera, etc…

Entré a la habitación que me habían prestado para cambiarme, me despojé de mi ropa, me duché y mientras me colocaba mi camiseta interior ceñida y mis slips, oía como reían y disfrutaban todas en el salón. Reían, chupaban, jugaban, cambiaban las pilas de un aparato a otro, insinuaban, probaban sobre la ropa,… subía la desinhibición. Cuando entré de nuevo en el salón, apenas me prestaron atención, mi presencia no les incomodaba.



Gema fue la primera en probarse un disfraz muy “picante” de diablesa. A lo que Verónica estaba loca por probarse el de enfermera. Cuando tuvo el permiso de Isabel, no dudó en desnudarse y colocárselo encima. Todas habían perdido ya muchas prendas de sus cuerpos y estaban “desparramadas” por los sofás. La enfermera (Verónica) quiso probar el estetoscopio (de imitación) con Alicia. A lo que ésta accedió, Verónica colocaba y colocaba de forma sensual el estetoscopio sobre el pecho de Alicia, le soplaba insinuante al estetoscopio con una boca semi-abierta y morbosa, se apreciaba mucha complicidad entre ambas. Verónica insistía que no se oía nada con el aparato y que había que aplicar directamente la oreja… no tardó mucho en poner la oreja en el pecho de Alicia y juguetonamente con su boca y lengua masajear el pezón de ésta. Alicia preguntaba… ¿estoy bien doctora? ¿estoy bien…?, creo que tengo mucha fiebre... uuuufffffff qué calor.


Entonces Gema insistió en que alguien probase el aceite de masaje de “menta”. Susana ni corta ni perezosa agarró el bote de aceite, se dirigió hacia mí y susurrándome en el oído me dijo “déjame bien relajada” y se despojó de su ropa. Allí estaba, delante de mí (con sus grandes pechos al aire), contoneándose con sus curvas voluptuosas y que provocaban grandes dosis de mareo: se tumbó sobre la improvisada camilla y se relajó. Previamente me había agarrado mi dura y gorda polla y susurró al oído “uuuuuhhhhhmmmmm”, rozando sus grandes pechos sobre mi torso arañándome con sus duros y erizados pezones.


Conecté la música, me unté las manos de aceite, apliqué éste en la espalda de Susana y de repente, las sillas que había apartado de la mesa, dispuestas en círculo alrededor de la mesa se llenaron de improvisados espectadoras con copas de cava en la mano, ligeras de ropa, disfrazadas, haciendo uso de juguetes, riendo, etc.

Alicia y Verónica seguían con sus juegos de médicos y enfermas en el sofá, utilizando los aparatos y las cremas, ya en unos niveles en los que el sonido de sus gemidos superaba los niveles de decibelios permitidos por la normativa del ayuntamiento…


Isabel y Gema sentadas en las sillas disfrutaban del buen ambiente, Gema se levantó con su copa de cava frío y roció un poquito por la entrepierna de Susana, quien estaba bocabajo recibiendo el masaje; se estremeció como una posesa, levantando la pelvis y gimiendo entre gozo, sorpresa, morbo y contraste de temperaturas. Gema dijo, “ Perdón, se me ha caído un poco, pero espera, espera que lo recojo yo”, y agachando su boca, comenzó a lamer el cava derramado sobre el clítoris. Mientras tanto yo me intentaba concentrar en aplicar un masaje en los glúteos y zona lumbar con mis dedos pulgares, mientras mis dedos índices y resto buscaban y masajeaban su pelvis.

Susana con un golpe de mano cogió mi polla fuertemente, apretándola cada vez más; por un momento creí que me la iba a partir¡¡¡¡



Isabel se levantó de su silla y cogiendo a Gema se dedicaron a comerse la boca entre ellas, a quitarse la ropa la una a la otra, a acariciarse sus pechos, a cogerse de los pelos fuertemente mientras se metían la lengua en el fondo de la laringe, jugaban con varios aparatitos que vibraban como si de un móvil recibiendo una llamada urgente se tratara.


Gema seguía aplicando con una de sus manos caricias a Susana, quien se dio la vuelta dejando mostrándome toda su grandeza y belleza.

Yo miraba atónito, incrédulo del espectáculo que estaba ocurriendo, de lo caliente que estaba y de no saber a qué parte del salón acudir para colaborar.

De pronto, sonó el timbre, Isabel habló por el telefonillo, era el marido de Isabel…   Isabel lo atendió y le pasó a la zona del sofá indicando que Juan estaba muy enfermo y necesitaba atención médica urgente, y donde Alicia y Verónica seguían con sus juegos. Alicia y Verónica dejaron de juegar entre ellas para dedicarse en exclusiva a atender a Juan. A quien desnudaron, y de pié frente a ellas mostraba su gran polla. Ellas chupaban como si de un rico helado se tratara, Alicia cogió uno de los juguetitos de pilas que comenzó a utilizar con Verónica, mientras ésta chupaba a Juan. Verónica, a veces sin aliento por el éxtasis dejaba de mojar la polla de Juan con su boca para poder respirar y tomar aliento. A lo que juan aprovechaba y utilizaba su lengua para mojar y dar placer a Alicia.

Mientras tanto, yo me encontraba de pie, frente a Susana, con mi polla en su boca, caliente y húmeda, con una frecuencia de lubricación que muchos “pistones” de motores quisieran para ellos.

Gema se apartó y cogiendo mi polla me la colocó sobre la depilada entrepierna de Susana y diciéndome “fóllala”, para ella mordisquear los pezones erizados y meter sus dedos en la boca de Susana...

Creo que no me queda tinta en la impresora, así que mi relato (historia real por otro lado) la tengo que dejar aquí.  Terminaré mi historia cuando compre cartuchos de tinta... jeje ejeje


RELATO III.- A LA CARTA

La noche anterior había quedado con un desconocido. Sólo me dio una instrucción: “Entra en esa taberna y pide algo. No me busques. Seré  yo quien te observe”.
Al día siguiente no recibí ninguna noticia más, así que estuve relajada y no pensé mucho  en la cita. Estaba convencida de que en el último momento me llegaría la típica excusa de que no puedo ir o cualquier cosa similar.
Una novata en este morboso mundo creía no tener mucho aliciente para alguien experimentado y que prácticamente pasaba de mi.
Así que, una hora antes de la hora fijada me levanté con desgana y me dispuse a arreglarme.
Una ducha rápida… revisar mi depilación… “venga, si estás estupenda”… me decía frente al espejo.  Estas tetas que te acompañan y este culo desarman a cualquiera me decía sonriéndome al ver mi silueta.
Me vestí con una falda larga… en mis fantasías jugaba con la ropa y esta prenda podía dar mucho juego en el baño de la taberna… Si,  mi mente volaba y deseaba ser empujada al baño y que me levantase la falda y me clavase su polla erecta hasta el fondo sin mediar palabra… miles de imágenes me acompañaban según me iba vistiendo: Un top ajustado sin sujetador, un mini culote de seda… poco a poco iba entrando en ese juego que sin querer se estaba dando sólo en mi mente. No necesitaba de sus señales ni de sus mensajes para follármela minuto a minuto.
Salí tarde de casa, así que tomé un taxi y le dije que volase hasta el lugar.
Debía, tener una sonrisa especial o mi cuerpo emanaba algo relacionado con  mis pensamientos porque según abrí la puerta el taxista recorrió de arriba abajo mi cuerpo como si le atrajese enormemente.
Por dentro me sentí genial y mi mente se sonreía mientras que mi cuerpo se excitaba y recorría un gustito por mi vientre y mi sexo. El taxista empezó una conversación absurda y con la voz nerviosa y temblorosa pero apenas le presté atención, iba esperando el momento del encuentro y no me interesaba nada más.
Llegué al lugar. En mi cabeza se fijaba esa imagen de estar en la barra y de que se acercase por detrás y me susurrase al oído algo excitante mientras apretaba su polla contra mi culo y… mientras descendía del coche sonó el teléfono.

Era él… escuchaba su voz por primera vez. Una voz varonil, divertida, cariñosa… escuché que me decía: “Te espero en Saten. No tardes.”
Ya estaba todo en marcha.
Tomé otro taxi. Como si adivinase mis pasos, cuando estaba llegando allí volvió a sonar el teléfono: “Entra te espero en el cuarto oscuro.”
Uffff!!! Los nervios ahora si estaban presentes. En mi cabeza me decía: “Yo en un cuarto oscuro? No puedo, no me siento capaz”. Respiré hondo, moví la melena al viento para sentirme femenina y segura y entré.
Dejé mi abrigo y pregunté por el baño. Quería saber si estaba todo bien y hacer pis para quitarme los nervios. Comprobé que estaba muy mojada por lo que pase a lavarme antes de volver a subir. Al quitarme el culote me pareció interesante no volver a ponérmelo y me sonreí. Me gustaba que mi mente volase y se abriese sin pudor ni miedo.
Deje las bragas en el bolsillo de mi abrigo y entré en aquel cuarto oscuro. No veía nada, nada de nada. Sabía que había gente porque les sentía pero mis sentidos sólo estaban pendientes de localizarle.
Se acercó por detrás y me susurro al oído: “Quieres sentir como recorren tu cuerpo?”
Lo tenía claro y mi respuesta fue un SI.
Me empujó suavemente hasta el fondo donde había unas barras y me dio la vuelta. Le tenía cara a cara pero no le veía, sólo sentía su respiración y sus manos como levantaban mi falda desde las caderas, mientras besaba mi boca, mi cuello. Tocó mi sexo y dijo: “Ummm!!! Estás mojada, muy mojada. Me gusta.”
Uffff! Aquello me pareció sublime y excitante. Cuando comenzaba a disfrutarlo y acostumbrarme a ello, noté unas manos tras las barras que me acariciaban la cintura y el vientre.
Él le ordenó: “Tócale el pecho suavemente. No le hagas daño. No dejes de acariciarla”.
Seguidamente se dirigió a mi: “Si hay algo que no te guste o te moleste, dímelo. Nadie va a hacerte daño y pídeme lo que quieras.”
Esa orden me hizo sentir segura y cuidada, y no sólo eso, me di cuenta de que la reina era yo. Sin pensarlo me relajé y me dejé hacer por esos dos hombres.


Sentía una polla grande y dura en mi culo que me excitaba y me hacía perder el control, quería sentirla más cerca, liberé mis manos y la busqué tras mi espalda, mientras mi desconocido bajaba y tomaba mi sexo como el más rico de los manjares. Saboreándolo, deleitándose… Mis sentidos se disparaban y sólo deseaba que me hiciesen sentir el mayor de los placeres.
Aprovechando que mi desconocido se apartaba, bajé para buscar su polla y meterla en mi boca, quería saborearle.
Estaba jugando con ella entre mis labios y mi lengua cuando sentí la otra polla a mi derecha. Les acerqué y las metí a las dos en mi boca. Juntas. Cabeza con cabeza, mientras mi boca las succionaba y mi lengua las lamía con ganas.
Nunca había tenido dos pollas a la vez y eso me excitaba y sorprendentemente me encantaba. Me esta descubriendo y eso me fascinaba.
Mi desconocido se retiró supongo que para observar lo bien que lo estaba pasando. Se acercó otra polla, porque ver no veía nada, sólo pollas.
Una polla grande y gruesa, muy gruesa, imposible meter esa en la boca con la otra.
Así que mientras en la mano derecha tenía la polla larga de ese segundo hombre, en la boca tenía la tercera.
Se acercó mi desconocido y le tomé la suya con la mano que me quedaba libre.
Tres pollas para mí… uffff, no pensaba, sólo deseaba jugar con ellas, comerlas, lamerlas, tocarlas y compararlas… tres pollas diferentes y a cual más apetitosa y las tres frente a mi. Duras, durísimas… que gran regalo.

No se el tiempo que transcurrió a mi me parecieron escasos minutos. Mi desconocido me puso de pie y me apretó contra las barras que se clavaban en mi espalda mientras el primer chico me levantaba la falda por detrás y acercaba su polla a mi culo. Ummmm!!!! Que excitación, no podía más y me iba a correr sin esperar más.
Mi desconocido metió su polla entre mis piernas, levanté mi top para que pudiesen tocar mis pechos libremente y me sujeté a las barras con los brazos hacía arriba estirados para dejar mi cuerpo a merced de esos hombres que lo recorrían y lo excitaban con sus manos, con sus bocas, con sus pollas… Sentir el placer del anonimato, el poder sacar toda mi sexualidad y mis deseos en libertad me estaban invadiendo y proporcionando tantas sensaciones inimaginables que me estaba abandonando a un mundo de placeres insospechados que me estaba encantando descubrir… en ese momento sentí que me penetraba hasta al fondo de una sola embestida, mientras los otros me elevaban,  me acariciaban,  pellizcaban mis pezones que agradecían ser tocados… aquello era el final, mi cuerpo se movía descontrolado, jadeante y caliente cuando una polla se acercó a mi culo… aaaaaaaaaahhhhhh!!!!  Estallé de placer entre el sonido de los jadeos, mis movimientos convulsos, sus alientos sobre mi cuerpo, sus fluidos en mi y placer, mucho placer…
No se como estaban los demás ni me importaba. Sólo estaba inmersa en mis sensaciones, en lo que yo había sentido. Mi desconocido tomo mi mano y me sacó fuera.
Me encontré ante una hermosa sonrisa y unos ojos amables… sólo pude susurrarle… GRACIAS!!!