viernes, 11 de noviembre de 2011

LA PESADA NOCHE

La noche transcurría pesada, entre el calor y la humedad de los últimos días del verano, barruntándose la tormenta. Los arboles comenzaban a verse agitados por intensas rachas de viento y caían los primeros goterones. Mientras, en casa, yo miraba la pantalla del portátil empeñado en terminar un trabajo urgente y ella leía atentamente un libro al que había puesto una sobrecubierta improvisada …

Comenzó a iluminarse la calle con los primeros relámpagos, mientras yo miraba el reloj impacientándome porque no veía el momento de terminar … y en eso se fue la luz ... ¡¡¡ MALDITA SEA !!! grité, recordando que hacía tiempo no archivaba el fichero en el que estaba trabajando. Frustrado y enfadado supe que tendría que madrugar para terminar aquel trabajo, así que cerré ruidosamente la pantalla del portátil. Ella me miró por encima del hombro y sonrió “¿te vas a la cama?”, “si” contesté entre dientes, “te acompaño” me dijo …

Decidí darme una ducha fría antes de acostarme … la necesitaba, estaba tenso. Me aseé y salí del baño secándome aún con la toalla … y la vi tumbada boca abajo en la cama, brillándole el cuerpo sudado y su largo cabello separado del cuerpo para aliviarse del calor, dejando su cuello expuesto. No tenía un cuerpo grácil, sino rotundo, como el de una tigresa curtida en mil y una batallas, con cicatrices, como la que atravesaba su vientre, de la cesárea de nuestro segundo hijo … pero bien sabía que solo necesitaba mostrar una pequeña porción de él para encender mi deseo.

Me senté tras ella, y comencé suavemente a soplar su cuello y orejas con mi aliento, acercando mis labios a su piel, de forma que la rozaba esporádicamente. Al contacto, notaba como su cuerpo se ponía tenso, se inquietaba. Se volvió y mirándome a los ojos en la penumbra me acarició la mejilla con su mano. Acercó sus labios a los míos y sin tocarlos, me entregó su aliento. Mi pulso se aceleró y comencé a mover mi rostro alrededor del suyo, cerca, muy cerca, oliéndola … y de vez en cuando, pasando mi lengua por esos puntos en que sabía se dispararía su deseo. Al tiempo, le apresaba un pecho con mi mano, intensamente, como solo se debe hacer cuando una hembra está excitada, pinzándole el pezón, conectado directamente con su sexo por una autopista de placer. Su mano se deslizó suavemente por mi torso, llegando hasta mi fusta, hacía tiempo hiniesta. “Lo necesitaba” me dijo, “estaba leyendo esa novela erótica que me regalaste hacía tiempo y estoy que quemo” continuó. Ahora comprendí el porqué de la sobrecubierta y la sonreí pícaramente, a lo que ella correspondió deslizando un dedo previamente humedecido en mi polla, en lo más oscuro de mi ser. Sabía que me gustaba, que me ponía verraco … y no pensaba desperdiciar la ocasión, así que deslizo su cuerpo sobre el mío hasta que su extendida lengua encontró la dureza de mi miembro. En un pestañear, la engullo por completo, haciendo que le cayeran lagrimas por las mejillas, tiesa como estaba. Frotaba su nariz sobre el vello de mi pubis, no demasiado largo, impregnándose de su fragancia. Con una mano la sujetaba cuando la sacaba de su boca, mientras con la otra jugaba con mi esfínter, metiendo y sacando dedos mientras los rotaba. Yo enloquecía …

Comprobada su dureza, decidió hacerla trabajar y casi de un salto, se empaló. No fue necesario preámbulo alguno: estaba abierta y lubricada, excitada hasta el extremo, por la lectura previa y los preliminares. Yo la dejaba hacer, pues sabía que buscaba un rápido orgasmo en su postura preferida, mientras se inclinaba hacia adelante ofreciéndome sus maravillosos pechos. Ya no eran los de aquella adolescente que conocí muchos años atrás, pero vaya que me gustaban: suaves, con el volumen justo, pendiendo sobre mi cara y de vez en cuando y a su voluntad, pasándome los pezones por mi nariz y mi boca abierta. Yo los absorbía, como si fuera lo último que fuera a hacer sobre la faz de la tierra y veía como se excitaba, al tiempo que le pasaba mi mano por la grupa, ese lugar del paisaje femenino en que su espalda se bifurca para formar uno de nuestros más preciados objetos de deseo. Se enderezo sobre mí e inició un lento galope, que se fue acelerando. Jadeaba y rechinaba sus dientes, mientras sus músculos se tensaban … hasta que gritó como un alma liberada, mientras se dejaba caer como un peso muerto sobre mi pecho.

Pasamos un rato quietos, saboreando el momento, pero ella notaba que algo se movía inquieto dentro de ella, así que me descabalgó y se tumbo boca abajo, con las piernas entreabiertas, invitándome a pasar. Me incorporé, y le acaricié los muslos, húmedos de su flujo, obligándola a abrirlos más. Me coloque tras ella, con los puños apoyados en la cama y arrodillado entre sus piernas y apunté mi rojo glande en busca de sus labios. Mi polla se orienta bien y pronto los encontró, penetrando en su vagina. Al contacto, levantó su culo y susurró “dámela toda”, por lo que la embestí como un animal, en busca del tope. Gruño e incorporó su torso, lo que aproveché para agarrarla un pecho con una mano y morderla el lóbulo de la oreja … sabía que la gustaba. Esa postura era mi preferida, pues el contacto es tremendamente intenso y la imposibilidad de encararme sabía que la hacía morir de deseo, buscando una y otra vez el contacto de mis labios con los suyos. Estaba cerca de la cumbre, así que deje de asir su pecho y tome ambas muñecas con mis manos, obligándola a soportar todo mi peso e inmovilizándola. Tan pronto la susurraba te quieros u obscenidades mientras la follaba lentamente, como aceleraba hasta el borde del infarto la coyunda en completo silencio …

Y en ese momento que la habitación se iluminó por el relámpago más intenso de la noche, sacando nuestros cuerpos de la oscuridad, yo llegué al orgasmo y grité como una animal herido. Caí sobre ella y me empapé del olor de su cuero cabelludo sudado, una fragancia incomparable, abrazándola como un niño hace con su madre. Yacimos así largo rato hasta que el sueño nos venció y nos acurrucamos uno junto al otro, tan estrechamente como pudimos, hasta la mañana siguiente … en que debía levantarme para terminar algo inconcluso … pero eso ya sería mañana … ahora era inmensamente feliz.

horny.madrid

6 comentarios:

reinamora dijo...

muchas gracias por compartir este relato!
un beso..!

Anónimo dijo...

Y gracias por compartir esa nueva fotografía del perfil, Reina ... preciosos ojos ...
Horny.Madrid

Rachel dijo...

Un relato dulce, con sentimientos, deseo y sexo. Un beso y gracias por compartir con nosotras la pesada noche

reinamora dijo...

gracias a ti Horny.

Unknown dijo...

Me encantan que los amigos nos visiten y nos deleiten con sus plabras... un placer leerte Horny.. mil besos..!!

morena75 dijo...

Felicidades Horny, un dulce beso y muchas gracias por tu relato.